27 de enero de 2010

El zurdo

Al Zurdo le faltó oxígeno al nacer, por eso la parte derecha de su cuerpo estaba atrofiada.
La mano la tenía así: como que toda engarruñada. Cuando movía el brazo malo parecía una excavadora Caterpillar y sus dedos garras. De la pierna derecha nomás cojeaba.

Creo que el Zurdo llegó al barrio vendiendo “bolis” -una bolsas de plástico con agua de sabores congelada dentro- en una hielera que cargaba con la mano izquierda. Contaba las monedas con la mano macueca y nunca aceptaba nuestra ayuda, no sé si por desconfiado o por no sentirse inútil. Nos hicimos amigos de él de volada.
Una vez, mientras contaba las ganancias del día, llegó un amigo por atrás y le picó las costillas para asustarlo. “¡Aaaay, amá!”, gritó el Zurdo todo espantado, mientras la mano macueca se elevaba por los aires soltando monedas para todos lados. Reímos como nunca.

De ahí en adelante aprovechábamos cualquier oportunidad para picarle los costados y ver cómo le saltaba la manilla al ritmo de su “¡Ay amá!”. Cuando llegaba alguien nuevo a la cuadra, le enseñábamos cómo apachurrarle el botón imaginario al Zurdo para que hiciera su gracia. Cuando se hartaba, nos perseguía con la mano tullida en alto, sostenida por la mano izquierda, mientras blandía los dedos como si fueran los tentáculos de un calamar para ponérnosla en la cara. El Zurdo sabía que eso nos provocaba repulsión, a pesar de que lo apreciábamos.

-Y a poco sí le la jalas con la izquierda, pinche Zurdo –preguntaba un amigo.
- No, no me la puedo jalar: me hace daño –decía al mismo tiempo que se tocaba la cabeza.
-Entones, por lógica: nomás el huevo izquierdo te funciona, ¿no?
Todos echábamos a reír.

Desde los escalones de casa de Doña Pelos veíamos cuando el Zurdo se aproximaba al barrio, entonces le cantábamos una rola de Ricky Martin, muy de moda en aquella época, que decía: “Tú-uuu, loca manillaaa…” y nomás movía la cabeza y se reía, como pensando: “Ya van a empezar estos cabrones a joder”. Casi siempre salía Doña Pelos a corrernos.

Hace poco me topé al Zurdo. Andaba vendiendo sellos de goma puerta por puerta. No sé si le vaya bien, pero andaba muy bien vestido el güey. Me reconoció, me abrazo y le pregunté que qué andaba haciendo por esos rumbos.

-Ando vendiendo sellos de goma, güey, y sigo ayudándole a mi papá en el taller de serigrafía.

Me tendió su tarjeta con la mano macueca. Tarjeta y toda la cosa traía el pinche Zurdo. La verdad me dio mucho gusto. Le dije que posiblemente necesitaría algunos jales para el negocio de cajas y quedé en hablarle. Nos despedimos, nos abrazamos y el Zurdo siguió caminando con su maletín guindo sostenido en la mano izquierda.
Antes de doblar en la esquina, imaginé que lo contrataba en el negocio como “ponedor oficial de sellos”. Lo pararía frente al mostrador, colocaría unas notas de remisión delante de él, le pondría un sello de goma de PAGADO en la mano macueca, me colocaría a sus espaldas y le picaría las costillas: “¡Aaaay, amá!”, gritaría el Zurdo mientras le brinca la mano, y: “¡PUM!”, quedaría sellada la nota.

4 comentarios:

Jesus Ferruzca dijo...

jajaja... chale, que gacho, amigos como esos ¬¬'

Hugo dijo...

Que onda la verdad ni lei tu post me dio hueva.. ya estoy de regreso ah el prox partido es el domingo a las 6

Anónimo dijo...

ERES UN PAYASO COMEMIERDAS!

Anónimo dijo...

A tu puta madre la bigotes, si que le falto oxigeno al nacer, para parir a un chapero como tu que si que tiene el culo atrofiado de tanto comer almohadas.